Abstract
Es sabido que el humor viaja mal, que suele marchitarse en el trayecto más corto, llegando deshecho, si no muerto, a su destino, al trasladarse de un idioma a otro (véase Chiaro 1992:77). As\'ı sucede en no pocos casos porque lo esencial del humor está \'ıntimamente vinculado con aspectos del texto de partida que no dependen de la semántica, de lo que se dice y, por muy exactamente que se traduzca el importe semántico, el humor original desaparece en la traducción.
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