Аннотация
The functions assigned to arbitrators do not intend to replace national
courts. The laws of the different states grant significant freedom
as regards the shaping of the arbitral procedure and the applicable
law, but arbitration must always respect rules which guarantee that
the parties are protected and that some basic principles are safeguarded.
Those principles include: non-discrimination, independence and impartiality,
due process, reasonable time, public hearing and confidentiality.
Arbitration does undermine neither jurisdictional unity nor the exclusive
position of the national courts, because the role of the arbitrator
depends on a previous agreement by the parties, applies only to specific
cases and a municipal court must intervene to grant the enforcement
of an arbitral award. The binding nature of the award comes from
the content of the national laws on arbitration, the international
conventions and the agreement of the parties to submit the dispute
to arbitration which is a basic requirement for arbitration to take
place. However, the existence of an arbitral agreement between the
parties does not impose an obligation on national courts to abstain
in any case, because national courts play an essential role as regards
the support, supervision, challenge and enforcement of arbitral proceedings.
La labor de los ?rbitros no pretende suplantar el ?mbito de actuaci?n
de de la justicia estatal. El Estado confiere un amplio margen de
libertad para el funcionamiento del arbitraje, pero impone unas exigencias
que aseguren unas m?nimas garant?as a los particulares que eligen
esta v?a en el sentido de que est?n amparados por los principios
de igualdad, audiencia y contradicci?n y que las actuaciones arbitrales
est?n sometidas a una estricta confidencialidad. El arbitraje no
vulnera los postulados de unidad jurisdiccional y del monopolio estatal
de la jurisdicci?n pues el ?rbitro no posee una posici?n jer?rquica
por encima de las partes, su funci?n es ocasional, su poder decisorio
se mueve ?nicamente en los t?rminos fijados por el compromiso y,
adem?s, los laudos precisan para su ejecuci?n el concurso de la potestad
jurisdiccional. La fuerza del laudo no deriva de una delegaci?n estatal,
sino que se trata de una facultad que proviene directamente de la
ley y que emana directamente de la autonom?a de la voluntad de las
partes, que constituye la esencia y el fundamento de la instituci?n
arbitral, por cuanto que el arbitraje conlleva la exclusi?n de la
v?a judicial. Sin embargo, la mera existencia del convenio arbitral
no elimina por completo el deber de abstenci?n de los ?rganos jurisdiccionales
del Estado.
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